El feminismo, una cuestión de educación


Se escuchan las voces de multitud de mujeres alzando los brazos y demandando una igualdad integral, una mejora salarial, un trato digno, una educación inclusiva.
El ocho de marzo se tiñe de morado, se convierte en una reivindicación donde la principal protagonista es la mujer y su papel fundamental en la sociedad, tan invisibilizado, tan poco valorado.

¿De donde proviene toda esta carga ideológica que arremete de un modo drástico en contra de la igualdad de género?

La educación, el pilar y la base fundamental de toda sociedad, ya sea en la escuela, en la ciudad, en casa. La educación es el centro de toda ideología humana, es lo que determina muchos de tus actos, tus palabras y pensamientos hacia algo o, en este caso, hacia alguien, las mujeres.

Si deseamos abrir bien los ojos y tomar conciencia sobre los gritos ensordecedores de las mujeres que en un día como hoy salen a las calles podremos comprender que la igualdad no se hace realidad desde el nacimiento, desde el minuto cero de nuestras vidas donde se desea agujerear las orejas de las mujeres para poder distinguirlas de los hombres, por ejemplo. Es esta una carga ideológica que forma parte de nuestra educación occidental, pero existen otras prácticas alrededor de todo el mundo como la mutilación genital femenina que, una vez más, arremete contra la libertad y el género de las mujeres.

La sociedad nos educa que son las mujeres las que deben encontrarse detrás de los hombres triunfadores, aquellos que deben relacionarse y empoderarse en practicas que se han llevado a cabo desde siempre por las mujeres, como por ejemplo la cocina o la costura. La sociedad nos educa dándonos la imagen de altos puestos directivos con caras de géneros masculinos en profesiones altamente feminizadas, como por ejemplo los rectores o coordinadores de estudios universitarios de enfermería y/o trabajo social. La sociedad pone una sonrisa masculina en los méritos femeninos. La sociedad educa a las mujeres en la depilación, el amor y la crianza de criaturas, y educa a los hombres en el progreso, estudio y negocio.

Es la educación la que debe cambiar, la que debe de unirse a los gritos ensordecedores de las mujeres. Una educación digna tanto para hombres y mujeres e impartida en las calles, ciudades, hogares y, sobre todo, escuelas.

- Lidia Ortí Salinas -


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